El Sìnodo valdense, el dìa 27 de agosto de 2010, despuès de un intenso debate, abre de hecho a las bendiciones de parejas del mismo sexo.
Salamone Rosa, vicepresidenta de la REFO, Red Fe y Homosexualidad, 2 setembre 2010
Como vicepresidenta de la REFO, Red Fe y Homosexualidad, no puedo que expresar mi personal agradecimiento y satisfacción por la decisión tomada en el Sínodo valdense de 2010 que de hecho abre a la bendición de parejas del mismo sexo.
Puede que el texto propuesto por el Sínodo resulte débil y bastante prudente para algunos, sin embargo hay que tener en cuenta la situación social e histórica que experimentamos en este momento en Italia.
Un paìs donde todo tipo de minoría es rechazada y expulsada al margen de la vida social. Y no hablo sólo de la comunidad LGBTQ. Ninguna garantía, ninguna posibilidad de involucrarnos de manera responsable en la vida comunitaria.
A todo esto hay que añadir el fuerte retraso de la jerarquìa católica que sigue condicionando la política del gobierno. No pasa día en Italia en que no se escuchen palabras de odio y desprecio hacia los homosexuales, esto sin tener en cuenta la violencia y los asesinatos que se siguen cometiendo diariamente.
Por lo tanto, aún sabiendo que el texto no era el mejor que esperábamos, consideramos importante un compromiso que por un lado respeta la distintas comunidades donde los miembros viven con sospecha cualquier exigencia de parte de los homosexuales, y por el otro las comunidades donde el camino de condivisión y apertura es bastante adelantado.
Mi opinión es que este éxito se debe al trabajo de todos los LGBTQ que en nuestras comunidades han salido del closet, con todo lo que esto conllevaba. El darse a conocer ha sido el instrumento más eficaz.
Sólo de esta forma, tocando con mano nuestra realidad, los miembros de las iglesias han venido cambiando de opinión sobre nosotros. Por esto considero importante el Acto Sinodal desde un punto de vista de la vivencia humana, tenemos que entender que si queremos ver nuestros derechos reconocidos ante todo tenemos el deber de dejarnos reconocer. No hay otra salida.
Es cierto que en Italia, de hecho, muchos LGBTQ creyentes siguen escondiéndose, sin entender que Dios nos llama a salir de Egipto cruzando el mar como hizo con el pueblo judío: hay que creer en este Dios de amor y libertad si nos queremos libres nosotros mismos. Dios no puede hacerlo todo El.
Hay muchos, sin embargo, que agradecer por la decisión tomada. En especial al Sínodo Rioplatense, en Uruguay y Argentina, nuestra iglesia gemela compuesta por los emigrantes italianos que se refugiaron en estos países, durante las crisis económicas del siglo pasado.
Ya en el febrero del año 2009, nuestros hermanos y hermanas tomaron una decisión muy parecida a la nuestra que reconoce el valor de la comunidad local como ámbito privilegiado de autoridad.
Esto, sin duda, nos ayudó a abrir la puerta de la aceptación. Todavía oigo las palabras del pastor Hugo Malan, de la comunidad rioplatense, que pregunta a los diputados durante la asamblea, desde cuándo la iglesia valdense no abría la puerta a los oprimidos. Fueron palabras fuertes, que tocaron nuestro corazón.
Y sin embargo, no puedo olvidar al pastor Esposito de la comunidad siciliana de Trapani, que por atreverse a bendecir una pareja de mujeres luteranas, con el apoyo de su comunidad y de la Tabla valdense, se vio bastante criticado por los periódicos de toda Italia que soplaban sobre nuestra fractura interna. El y su comunidad tuvieron el valor de ser testimonio del Evangelio, después que muchas iglesias habían rechazado a estas hermanas.
Claro que el camino sigue largo y que queda mucho por construir. No me cabe duda, pero, que un un granito de arena acabamos de ponerlo. Muchos insisten pronosticando para nuestra iglesia un futuro de peleas, fracturas y desorden.
Estoy convencida de que cuando entra la alegría en nuestro hogar porque le damos lugar a la gente, nos sentimos todos algo temblorosos preguntándonos que si hicimos lo mejor dando acogida a hermanos, necesitados y sufridos, pero es sólo la dicha que ha entrado en nuestras habitaciones grises y fríolentas.
La vida, el regreso de la vida, siempre nos alborota como cuando nace un niño, pero es sólo la vida que vuelve a fluir.