Juana Inés de la Cruz, la monja que quiso dar voz a las mujeres
Texto de la cineasta Janet K Howe, publicado en su sitio Web, traducido del inglés al italiano por Silvia Lanzi, traducido del italiano por Chiara Brizio, Loïc Félix García Rodríguez, Irene Velázquez Postigo y Arianna Viotto; traducción revisada por Estefanía Flores Acuña
Juana Inés de la Cruz, monja lesbiana y feminista de Nueva España (México), fue una mujer increíble. Nació en 1648 como hija ilegítima de un capitán español y una mujer criolla. En aquel periodo histórico había un sistema de clases muy sexista y racista, y ser una hija bastarda no fue precisamente una ventaja para Juana.
Pero Juana Inés era inteligente. Muy inteligente. A los tres años ya era capaz de leer y a los ocho ya había escrito su primer poema. A los trece años, ya había aprendido na wat ul (o náhuatl) —una lengua azteca— y enseñaba latín. Autodidacta, devoraba los libros de la biblioteca de su abuelo.
A los dieciséis, Sor Juana fue enviada de su pueblo natal a Ciudad de México, la ciudad más importante de Nueva España. Suplicó que se le permitiese vestir como un chico para poder ir a la universidad, pero su madre se negó, así que Juana Inés siguió formándose a sí misma. Más tarde se convirtió en dama de compañía, ganándose inmediatamente el favor del virrey y de su esposa.
Es bien sabido que el virrey convocó a cuarenta de los eruditos más destacados de la época para poner a prueba los conocimientos de sor Juana, que terminó por dejar perplejos a los eruditos. Este examen, junto a sus escritos, la hicieron muy popular y famosa durante su estancia en la corte. Recibió numerosas propuestas de matrimonio, pero las rechazó todas. Con diecinueve años entró en un convento para que nada pudiese distraerla de sus estudios.
Durante ese tiempo se dedicó por completo al estudio y a la escritura. En su biblioteca acumuló más de 4000 libros y dio forma a un gran corpus literario que incluía poesía, filosofía, teología y obras de teatro. Sus trabajos contienen numerosos mensajes a favor de las mujeres y de los nativos. De su poesía, una parte importante está destinada a alabar la belleza de diferentes mujeres. Sus cartas y poemas a la virreina María Luisa denotan especial devoción. La virreina mandó publicar toda la producción literaria de sor Juana, salvando de este modo sus obras de la destrucción.
En 1690, tras más de 20 años de vida monástica, el obispo de la ciudad de Puebla, Fernández de la Cruz, sacó a la luz una crítica de sor Juana a un sermón pronunciado cuarenta años antes. La publicación del obispo llevaba el seudónimo de sor Filotea, junto con una carta en la que fingía ser otra monja que criticaba a Juana Inés. En la carta la atacaba diciendo que debería haber pensado en la religión más que en los estudios seculares. Además, volvía a exponer la opinión dominante de la época, es decir, que las mujeres eran intelectualmente inferiores a los hombres, y por ello no había que permitirles aprender ni escribir.
Juana Inés de la Cruz se enojó y replicó con otra carta: la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. Hay que leerla como si fuera un manifiesto feminista en el que defiende el derecho de las mujeres a la educación y, asimismo, declara que tienen las mismas capacidades intelectuales.
Reclamaba también más docentes mujeres para evitar el peligro de que las alumnas jóvenes estuvieran expuestas a docentes varones. Además, cita la famosa frase de santa Teresa de Ávila: «Bien se puede filosofar y aderezar la cena».
Por supuesto, dicha carta no hizo mucha gracia a la Iglesia. Pocos años después, parecía que Juana Inés hubiera abandonado todos sus libros y su material científico. Puede ser que dejase de escribir para no arriesgarse a sufrir más castigos y censuras. Pero… si no lo habéis encontrado todavía, mirad debajo del escritorio. Quizás halléis un pequeño tesoro de libros.
Murió en 1695, mientras atendía a las hermanas del convento afectadas por la peste. Tras su muerte, salieron a la luz más de cien volúmenes y varios paquetes de manuscritos ‒tanto completos como inconclusos‒, que estaban escondidos en la oscuridad de su celda. A pesar de su aparente cambio, el amor de Juana Inés de la Cruz por la escritura y el saber permaneció intacto.
Sus escritos siguen siendo estudiados y apreciados hoy en día, especialmente en lo referente a su sensibilidad feminista y el compromiso con el respeto hacia los nativos. Existen muchos monumentos dedicados a Juana Inés diseminados por México. Además, su rostro está impreso en el billete de 200 pesos. Y, como es debido, el convento en el que vivió es ahora mismo una universidad que lleva su nombre.
Ahora coloquemos todo tal y como estaba para que nadie más lo descubra.
Texto italiano: Juana Inés de la Cruz, una suora che volle dare voce alle donne