Para salir del armario se necesita a Dios. Los gays y lesbianas creyentes lo cuentan
Artículo de Davide Varì publicado en el D la Repubblica delle Donne nº 632, suplemento de La Repubblica del 7 de febrero de 2009
Éxodo gay. Ex seminaristas, ex novicias y ex “Papa-boys”. Creyentes y homosexuales. Todos significan un problema para la Iglesia Católica. Sin embargo, ellos no renuncian a su fe. Aunque a costa de elegir otras confesiones.
«Pensaba que Dios me despreciaba, que me alejaba de él debido a mi homosexualidad. Y sin embargo, con el tiempo he comprendido que el único que me despreciaba era yo mismo: Dios me ama justamente porque soy homosexual».
Giuseppe es uno de los muchos gays creyentes que se encuentra en la Italia ridícula de Povia, el cantante de San Remo convencido de que se puede salir del “túnel” de la homosexualidad.
Su canción “Luca era gay”, que narra la historia de una presunta “conversión” a la heterosexualidad, está desencadenando numerosas polémicas.
Los homosexuales son los hijos de un Dios menor, o al menos muchos de ellos se ven así. Nos cuentan historias de exclusión, soledad o violencia.
Muchos, por no decir la mayoría, viven ocultándose y acuden al seminario o a un grupo parroquial, con la angustia de ser descubiertos.
Otros casos comienzan a salir de la oscuridad, ya que, a pesar de todo, en cada uno de ellos sigue brillando una luz, la de la certeza de que el Dios en el que creen les ama de verdad por lo que son.
Giuseppe: «Les dije que era gay y me hicieron un exorcismo»
Giuseppe, de 34 años, tiene una sonrisa contagiosa, un rostro sereno y distendido incluso cuando cuenta su historia. Lo hace en la sacristía de la Iglesia Anglicana de Roma, una de las pocas comunidades religiosas que acoge a los creyentes homosexuales.
Habla con indiferencia, con la misma serenidad de quien cuenta algo sobre otra persona. Parece como si hubiese construido un muro entre el pasado y el presente. Casi como un antes y un después en su vida.
«Quería ser sacerdote. Pasé cuatro años en el seminario». Todo parecía proceder por el camino correcto. Giuseppe estudiaba las Sagradas Escrituras y rezaba para consolidar su fe. Solo había un problema: «Sabía que era homosexual».
De repente decidió hablar con don Marcello, su guía espiritual. Giuseppe estaba tranquilo, convencido de que abrirse y revelar sus miedos era hacer lo correcto.
Además, era lo que le habían enseñado: compartir y confiar. Pero don Marcello se lo tomó bastante mal: «Estaba muy alterado. Me dijo que la fe en Dios y la homosexualidad eran incompatibles. El único camino que me ofreció era someterme a un exorcismo».
Otra vez la vieja historia. La homosexualidad como manifestación del demonio, síntoma de una personalidad desviada, enferma y corrupta. Atormentado por el sentimiento de culpa, Giuseppe decidió, a pesar de todo, confiar en el sacerdote. El exorcismo duraría un año.
«Casi todos los días me llevaban a una sala de la iglesia de Sant´Anna, en Benevento. Allí tres sacerdotes me sujetaban mientras el exorcista, don Corrado, leía en voz alta algunos pasajes de la Biblia, rociándome con agua bendita. Me encontraba en un estado de excitación y alteración emotiva. Me retorcía, gritaba y blasfemaba>>.
Después llegaba el momento de la penitencia: «Pasaba diez horas al día cortando leña para mortificar mi cuerpo. Mis manos llegaban a sangrar».
Después de un año de calvario, Giuseppe decidió declararse curado: «Era el único modo de parar esa tortura». Al poco tiempo se reincorporó a la vida del seminario.
Pero la duda seguía perturbándole el sueño, su serenidad. Giuseppe sabía perfectamente que no estaba “curado”, y le atormentaba la idea de no ser del agrado de su Dios: «Sentía que estaba equivocado, que Dios me odiaba.
Así que decidí confesar otra vez mi homosexualidad, esta vez a un joven padre peregrino. Me parecía la persona adecuada». Pero no, aquel fraile no era la persona adecuada. Violó a Giuseppe repetidas veces. «Les conté todo al obispo y al rector. Ambos me ordenaron que olvidase todo».
Ahora han pasado cinco años. Giuseppe es una persona nueva.
Ha escapado del seminario y se ha unido a los anglicanos de Roma, donde participa en reuniones de la Iglesia veterocatólica de la Unión de Utrecht. Ha hecho las paces con su Dios.
Mejor aún, para su sorpresa ha descubierto que Él siempre ha estado ahí, listo para acogerle con los brazos abiertos, sin condiciones. «Y si Dios me ama por lo que soy, ¿quién soy yo para no amarme?».
Natasha y Alexandra: «He pasado noches enteras rezándole a Jesús para que me cambiase»
Natasha tiene unos ojos grandes y alegres. La ex novicia vive con Alexandra. Juntas participan en las reuniones de Nuova Proposta, un grupo de mutuo apoyo para homosexuales cristianos que se reúne en la iglesia valdense de Roma.
Natasha nos explica: «Pensaba que llegaría a ser monja o que me casaría. No veía otras posibilidades. Y sin embargo…».
Se para, se vuelve hacia Alexandra y la mira sonriendo. Vuelve a hablar: «…Y sin embargo, a veces suceden cosas que no te esperas, y quizás es eso lo que tiene que pasar. Durante el noviciado tenía relaciones con otras mujeres, pero no me sentía homosexual. Eran experiencias que no asumía, iba recta por mi camino, sin preguntarme demasiado».
Después llegó el momento de afrontar la verdad: «Todo sucedió en una noche. Estaba en el convento y no podía conciliar el sueño. Mi vida pasó delante de mis ojos. Había algo que rechinaba, algo que no era normal. Así que decidí escuchar al Señor que me decía: “Natasha, esto es así. No temas, ten fe”».
«Es cierto» la interrumpe Alessandra, «Dios nos quiere tal y como somos. Sin embargo a este conocimiento se llega con el tiempo. Primero es necesario atravesar el desierto.
Yo dedicaba todo mi tiempo a la parroquia: allí me enamoré por primera vez de una chica. Estaba convencida de que estaba equivocada, y durante los retiros espirituales pasaba las noches rezando a Dios para cambiar».
Ella también se detiene durante un segundo para recuperar el aliento y encontrar confirmación en los ojos de Natasha, que la coge de la mano y la anima a continuar con su relato.
Nunca es fácil mirar atrás. «Hoy , en cambio, estoy serena», explica Alessandra, « y desde que conocí a Natasha me siento completa la primera vez que la vi, sentí como si mi corazón bailara».
¿Y la relación con Dios? «Con Dios va todo bien, gracias», bromea Natasha. «Es una presencia constante en mi vida, en nuestras vidas.
Es amor y libertad. Sin embargo a nuestro grupo llegan personas destruidas, devastadas por quienes les hacen creer que Dios no puede acogerlas debido a su homosexualidad».
Pasquale: «¿Mi fe? Es extraña»
Criado en una familia muy religiosa – «Mi padre es un ex fraile» – Pasquale sintió la necesidad de salir del armario muy pronto: «Yo quería hablar de ello, tenía que hacerlo.
Había sido educado para saber compartir, y habría traicionado a mis padres si no hubiese dicho la verdad»¿Y cómo te fue? «Mi padre reaccionó mal: para él la homosexualidad simplemente no existía».
Pronto, Pasquale se encontraba en casa de un fraile que lo invita a emprender un viaje de redención. «No sé a qué se refería, pero la sensación era que yo tenía que ser enderezado, curado de algún mal».
Mucho tiempo trata de vivir como si no pasara nada. Él continúa asistiendo a la parroquia e incluso se convierte en un Papa-boy: «Durante el Jubileo del año 2000, yo llevaba una bufanda que decía: Viva el Papa. Luego pasé ocho años con los padres Estigmatinos. Mi fe lo abarcaba todo.
Un día, un profesor nos llevó la foto de dos chicos homosexuales que habían muerto de SIDA: “Es un justo castigo de Dios”, dijo. En seguida descubrí que él también era gay: un clásico» y continúa riendo de gusto.
Sin embargo, también en la vida de Pasquale algo desentonaba. «Al final, gracias a don Franco Barbero, un cura perseguido por el entonces cardenal Ratzinger por sus ideas progresistas, encontré mi camino».
Los dos iniciaron un largo intercambio epistolar, que puede leerse en un libro muy bonito llamado: “Homosexualidad y Evangelio”.
Don Franco habló de un Dios diferente, con menos prejuicios y mucho más acogedor. A día de hoy Pasquale vive una relación muy estrecha con la fe. Él la define como curiosa, insólita, extraña. En una palabra: libre.
Rosa: «Traté de librarme de Dios, pero Él volvió a entrar por la ventana»
Venezolana, se mudó a un pequeño pueblo de Sicilia. Rosa estaba segura de que un día tendría una casa, un marido e hijos. ¿Y en cambio? «Y en cambio, su vida se fue por otro camino.
Sabía perfectamente que era lesbiana, pero tras años de vida en la parroquia tratas de ocultártelo a ti misma antes que a los demás. El hecho es que al igual que no se elige creer en Dios, tampoco se elige ser homosexual».
En efecto, a la larga Rosa se convenció de que ambas cosas no podían ser compatibles. «Primero traté de negar mi homosexualidad –estuve casada ocho años– y después intenté rechazar a Dios. En ambos casos tuve que renunciar ya que la fe volvió a entrar por la ventana.
Por otra parte, cuanto más te acercas a Dios, más auténtica te sientes». Atrás quedan los días en que Rosa estaba convencida de que Dios no la quería. Ahora quiere casarse de nuevo, sí, pero con una mujer. Quiere mirar a la cara a su Dios y decir: «Sí, quiero».
Gianni, Ciro, Guido y otros
Son muchísimas las historias de personas homosexuales creyentes. Por ejemplo la de Gianni Geraci, fundador del histórico grupo Varco di Milano que trató de curarse de su homosexualidad con una terapia psiquiátrica antes de que fuera evidente.
Y también está la historia de Ciro y Guido, una pareja milanesa que, después de muchos años, vive con extrema naturalidad la sexualidad y la fe.
También está la del presidente de Arcigay, Aurelio Mancuso, que se define católico y que invita a distinguir entre la actitud de la jerarquía del Vaticano y la comunidad más abierta de creyentes.
Por último, Maria Vittoria Longhitano, pastora de la Iglesia Veterocatólica tiene pocas dudas: «La religión no debe entrar en las camas de los dormitorios, la sexualidad no tiene nada que ver con la moral. El amor es siempre un don, exactamente igual que la fe en Dios».
Texto original: Per fare coming aut ci vuole Dio. Gay e lesbiche credenti si raccontano