Tengo un sueño, “Que resuene la libertad para cada mujer y cada hombre LGBTQI en el mundo”
Sermón de Daniela Di Carlo, pastora de la Iglesia Valdense (Italia), realizado en la vigilia y velada de antorchas para la superación de la homotransfobia en Milán, el 31 de Mayo del 2019, traducido por Jorge
“Y ahora, así habla el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces. Si cruzas por las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te abrasarán. Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. Yo entregué a Egipto parta tu rescate, a Cus y a Sebá a cambio de ti. Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y pueblos a cambio de tu vida No temas, porque yo estoy contigo: traeré a tu descendencia desde Oriente y te reuniré desde Occidente”. (Isaías 43, 1-5)
Tengo un sueño, que un día sobre las colinas rojas y en las ciudades, los hijos y las hijas de aquellos que en un tiempo fueron excluidos de las iglesias cristianas porque pertenecían a la comunidad LGBT y los hijos de aquellos que en un tiempo hicieron posible esa exclusión, sabrán sentarse juntos en la mesa de la solidaridad.
Tengo un sueño, que incluso nuestro país –que está lleno de arrogancia, injusticia, opresión- un día se transformará en un oasis de libertad y justicia.
Tengo un sueño, que mi hija pueda vivir en una nación en la cual no sea juzgada incapaz solo porque es mujer, y más bien sea valorada por su carácter y la excelencia de sus dones.
¡Tengo un sueño, hoy!
Tengo un sueño, que un día cada valle será colmado, cada colina y cada montaña serán derribadas, que los caminos tortuosos serán enderezados y la gloria del Señor se mostrará a todos los seres vivientes que, juntos, la verán.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual Dios nos ha llamado por nombre.
Gracias a esta fe seremos capaces de rechazar la desesperanza y de sembrar una nueva luz sobre las tinieblas del pesimismo.
Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de crear juntos un mundo nuevo, de juntos defender la libertad, conscientes de que un día seremos libres. Así será el día en el cual todos los hijos y todas las hijas de Dios sabrán cantar con alegría.
Resuene entonces la libertad aquí, en esta ciudad.
Resuena la libertad del norte al sur de nuestro país
Resuene la libertad del este al oeste.
Resuene la libertad en Europa.
Pero no solamente aquí. Resuene la libertad para cada mujer y cada hombre LGBTQI en el mundo.
Y cuando sintamos resonar la libertad, cuando le permitamos resonar en cada pueblo y cada aldea, en cada estado y en cada ciudad, será un día maravilloso.
Aquél día en que todos y todas las hijas de Dios, negras y blancas, judías y gentiles, católicas y protestantes, sabrán unir las manos y cantar con las palabras del viejo spiritual: “libres finalmente, libres finalmente; ¡gracias a Dios, somos libres finalmente!”.
No sé si Martin Luther King estaría feliz de esta nueva versión del discurso realizado en Washington el 28 de agosto de 1963. El punto es que aún necesitamos palabras proféticas que nos den coraje y alegría, ¡porque por ahora estamos aún en las gradas! Necesitamos todavía recordar la rebelión de Stonewall y también los derechos a ser padres de familia, capaces tanto de afecto como de formar familia.
En realidad, aunque muchas cosas hayan cambiado, estamos aún en dificultad. Pero atentos, ¡no debemos permanecer prisioneros del pasado!
Después de las dificultades del pasado y el trabajo ingrato del presente, Dios invita a Israel a abrazar su futuro. Para cada uno de nosotros, puede ser un gran desafío abrazar el futuro. Cada ser humano tiene tres áreas de existencia: el pasado, el presente y el futuro. El pasado está detrás de nosotros, vivimos en el presente y el futuro está delante de nosotros.
Abrazar el futuro no significa acabar con todos los desafíos. La nación de Israel habría enfrentado algunos años más de opresión y esclavitud. Sin embargo, Dios promete a su pueblo escuchar sus gritos y llevarles la liberación en cada ocasión. En nuestro texto, Dios promete hacer una cosa que superaría todo lo que había hecho en el pasado.
Existe el peligro de permitirle a los éxitos y fracasos del pasado limitar nuestras expectativas de futuro. Mirar al pasado puede permitirnos apreciar de una forma nueva todo lo que Dios ha hecho por nosotros en el curso de los años. El pasado puede servir como un trampolín de lanzamiento para el futuro, que nos ayuda a ir hacia adelante con una nueva determinación.
Debemos tener sueños que conciernan a nuestro presente y a nuestro futuro. Sueños que nos impulsen a vivir sin miedo. El miedo es una condición humana común. Isaías, hablando por Dios, nos asegura que, no obstante el sufrimiento y la aparente desesperanza de la situación en que nos encontremos, no debemos temer al futuro.
“Te he llamado por nombre. Eres mío” En el momento clave de la historia de Israel, Dios llamó por nombre a las personas que hicieron parte de la historia de la salvación. “Atribuir un nombre es un acto de autoridad que denota la propiedad, la responsabilidad y la protección”. Entonces, el llamado de Dios a Israel por su nombre, constituye una ceremonia de adopción que significa “tú eres mía”.
¡Recordemos entonces que fuimos llamados por nombre, que fuimos adoptados por Dios y que cada uno de nosotros/as es precioso a sus ojos! ¡Que Dios nos permita vivir sin miedo y con la capacidad de soñar horizontes nuevos en los cuales reconocernos como criaturas amadas!
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