Una mirada de benevolencia
Testimonio de Corrado y Michela Contini* publicada en el libro Padres afortunados. Vivir como creyentes la homosexualidad de los hijos, Asociación “La Tenda di Gionata” (Italia), 2019, 2019, traducido por Vincenzo Guardino, revisión de Margarita Benedicto (Crismhom cristianas y cristianos de Madrid Lgtbi+H, Espana), páginas 14-16
El antiguo puente que, en Merano, atraviesa el río Passirio, nos ha traído a la mente en estos días de descanso y de vacaciones, una reflexión surgida leyendo el libro del Padre James Martin Tender un Puente: cómo la Iglesia Católica y la comunidad LGTBI pueden entablar una relación de respeto, compasión y sensibilidad[1], que nos gustaría compartir con todos, en particular con los padres de hijos e hijas LGTB: “¡Nosotros los padres podemos ser y somos un arco fundamental de ese puente!”
¿Y cómo? ¿Cómo podemos ayudar a los pastores y a nuestros hijos a encontrarse, a recorrer ese puente de dos carriles que requiere el camino de ambos? Después de ”haber salido de nuestro armario” y haber tomado conciencia de ser “ padres afortunados” por haber tenido el don de hijas e hijos “diferentes” que nos han abierto nuevos horizontes, nos han dado hoy la posibilidad de ayudarlos a sanar sus heridas psicológicas, espirituales y tal vez también físicas; así como se nos da la posibilidad de ayudar a los pastores a ver a nuestras hijas e hijos con nuevos ojos.
¡Sí! Existe una mirada de benevolencia. Una mirada que sepa ver el bien que hay. Una mirada que sepa sacar el bien escondido, no visible todavía y que tampoco se reconoce tener. Una mirada que permita expresar y realizar lo mejor de uno mismo, estar bien, sentirse en casa. La mirada de una madre y de un padre que llama a la existencia y a una buena existencia. La mirada que no infantiliza, sino que da alas para volar. La mirada que ayuda y sostiene en las decisiones responsables del bien, de lo bello, de lo bueno en cualquier circunstancia que nos es dado vivir. La mirada que nos hace decir a nuestros hijos e hijas:” ¡Sois amados así!”. Es la misma mirada benévola del Padre de los cielos que nos mira a todos así, con buenos ojos: es la mirada de amor que nos ha llamado a existir desde la eternidad.
Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre.
Te alabaré porque formidables, maravillosas son tus obras
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien
(Salmo 139, 13-14)
Es la mirada que nos hace sentirnos una pieza única, original. Preciada. Es con esa mirada con la que nuestros pastores, los primeros, pueden recorrer un camino de reconciliación, porque solo estos ojos buenos podrán hacer visibles a nuestros hijos LGTB, haciéndolos salir de la sombra y reconociendo los dones que ellos pueden traer a la Iglesia. Solo esta mirada podrá reconocerlos como hijos amados de Dios. Solo esta mirada podrá percibir las injustas discriminaciones de las cuales nuestros hijos son objeto. Solo con esta mirada serán capaces de escucha, de sentirse cercanos, incluso de sufrir con ellos. Solo esta mirada de los ojos y del corazón, los hará capaces de conciencia y de comprensión de su estado de ánimo. Con la mirada de benevolencia, el magisterio y los pastores podrán vivir el respeto, la compasión y la sensibilidad que este recorrido de conciencia y de acogida requiere.
Esta mirada benévola la queremos pedir también a nuestros hijos: ellos también deben abandonar la mentalidad del “nosotros” y del “ellos” y superar la secuencia de los resentimientos. En la Iglesia no existe un “nosotros” y un “ellos” porque Jesús nos ha enseñado que todos somos hijos de un único Padre, perdonados y acogidos. Esta mirada buena de los ojos y el corazón, ayudará a nuestros hijos a tratar con respeto a aquellos con los cuales están en desacuerdo y a exponer las propias posiciones de manera serena y al mismo tiempo prudentemente. Les ayudará a tener “com-pasión” de la Iglesia y del magisterio; a sentir el
“peso de la pastoral”; a mirar a los obispos en su humanidad y a dar tiempo a la Iglesia para conocerse recíprocamente.
Nosotros queremos hacernos compañeros de búsqueda y de aventura de los unos y los otros, diciendo en voz alta que cada vida es digna y merece ser vivida totalmente. Resuenan las palabras del Papa Francisco en la Evangelii Gaudium:” A los que están heridos por divisiones históricas les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y a la reconciliación ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales […] Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! ( cfr.100-101)
Ley del amor recíproco, mirada benévola, corazón abierto, este es el cemento que con los ladrillos del respeto, de la compasión y de la sensibilidad, nos ayudará a construir ese puente de dos carriles del cual, a nosotros padres corresponde la misión de ser un arco importante. Un puente que como aquel románico-medieval de Merano, resultará maravilloso.
[1] Martin, J ;Tender un Puente: Como la Iglesia Católica y la comunidad LGTBI pueden entablar una relación de respeto, compasión y sensibilidad, Bilbao; Ediciones Mensajero, 2018
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